martes, 15 de febrero de 2011

De la pasión por el conocimiento a la búsqueda del reconocimiento: recorridos dentro de las instituciones científico-académicas

por Ariel Dobry*

Soy físico teórico. Mi tema de investigación se refiere a la compresión del comportamiento de diversos materiales desde el punto de vista de su estructura atómica. Espero que estas primeras líneas no espanten al lector. Les prometo que mis pasiones, mis angustias, mis éxitos y mis dificultades pueden ser similares a las del lector, sea cual fuera su actividad y el ámbito donde la realiza.



Mi motivación original para el trabajo que realizo es la pasión por aprender cosas nuevas, por encontrar conexiones entre hechos inesperados, por volar con ideas fabulosas y entonces caer a la realidad con esas ideas para entender alguna porción del mundo que me rodea. Mi actividad, la investigación científica, tiene que ver con un impulso vital del hombre que lo lleva a tratar de comprender la realidad en la que vive. Es una actividad apasionante y desafiante, a veces es también una actividad frustrante, nos pone en el límite de nuestros conocimientos actuales, de nuestra formación. Nos obliga a tomar en cada paso una actitud autocrítica para no quedar tomados por intuiciones erróneas, a comportarnos como ignorantes, a no ‘creérnosla’. Ningún título obtenido previamente nos evita el miedo a no tener respuestas ante una situación nueva. La idea científica, parafraseando a Gastón Bachelard surge ‘como lo que debería haberse pensado´. La soberbia por lo ya obtenido no es entonces una actitud científica.

Pero la ciencia en la actualidad no la hacen individuos aislados sino insertos en institutos de investigación y en universidades. Esta inserción condiciona fuertemente las elecciones de los científicos y determina en gran parte los direccionamientos de sus investigaciones. La ciencia contemporánea es en sí misma una gran institución. El sistema de premios y castigos de las instituciones científicas influye fuertemente en la subjetividad de los científicos. En la conformación de su escala de valores, en su forma de relacionarse, en sus decisiones cotidianas.

Voy a tratar de ejemplificar estos sentimientos mediante una anécdota personal. Hace unos años, muchos ya por cierto, solía almorzar los sábados en la casa de una tía, quien agradecida por mi compañía me deleitaba cada sábado con un plato diferente y delicioso. Terminada tan opípara comida volvía para mi casa. En la puerta encontraba sistemáticamente a un vecino que empezaba a lavar su auto. Yo entraba a mi casa, dormía un rato la siesta y luego desplegaba mi arsenal de papeles, leyendo trabajos que había traído de la Facultad, avanzando en algún cálculo que me quedo girando en la cabeza o preparando clases. Por aquellas épocas daba yo los pasos iníciales de mi carrera científica. Estaba entusiasmado con escribir mi primer trabajo científico. Por otro lado, buscaba un puesto para hacer investigación (una beca), que me había sido denegada por el promedio no demasiado alto que había conseguido en mi carrera de Licenciatura en Física. Tenía entonces que revertir esta situación publicando algún trabajo en una revista científica. Comenzaba entonces a aparecer una cierta dicotomía en mí, entre la pasión por estudiar, por comunicar los resultados que obtenía, por enseñar los conceptos que aprendía, por un lado. Y la búsqueda de cierto reconocimiento institucional que obtendría al publicar varios papers.

Sobre la tardecita salía a tomar aire y encontraba a mi vecino lustrando los cromados de su auto. Pensaba entonces: ¡qué vida vacía tiene este hombre!, ¡que aburrido debe estar! En algún sábado de pensamiento más reflexivo, logre sin embargo, comparar su actividad con la mía y sorprendentemente encontré mas semejanzas que las que había imaginado. Ambos dábamos curso a nuestras pasiones, los dos habíamos ‘perdido’ la tarde del sábado, el con su auto, yo con mi ciencia. Pero lo que estoy tratando de abordar podría comprenderse mejor si suponemos que mi vecino tuviera un auto antiguo, digamos un Ford modelo 40. Supongamos entonces que a mi vecino se le ocurriera comenzar a participar en exposiciones de autos antiguos, donde se premie el estado y mantenimiento de su auto. Supongamos entonces que Ford otorgara algún tipo de incentivo al ganador y que ese incentivo económico se hiciera importante para mantener su auto. Su pasión hedonista por tener lindo su auto se habría entonces institucionalizado, el seria ahora un miembro de ´Los amigos del Ford’, no un solitario enamorado de su auto. En pocas palabras y dado que esta ultima parte es solo parte de mi imaginación, la diferencia entre la pasión de mi vecino y la mía podría pensarse por los condicionantes institucionales que se ponen en juego en una u otra actividad.

La tarea científica es evaluada por alguno de los propios científicos, los más prestigiosos, en términos de número de trabajos publicados, de importancia de las revistas donde se publica, de número de citas que reciben estos trabajos. En etapas avanzadas de la carrera científica comienza también a jugar el número de doctorados dirigidos, y las tareas de conducción en los institutos científicos. Mediante estos criterios se aprueban informes, se determinan asensos de categoría, se otorgan subsidios, en fin se establece un capital de prestigio, en palabras de Pierre Bourdieu, que diferencia a unos científicos de otros.

La subjetividad de la comunidad está dominada por estos criterios de evaluación y las temáticas de investigación se eligen en muchos casos de acuerdo a los potenciales resultados en términos de donde podrían publicarse y que impacto podrían tener. Pero más importante aún, pocas veces reconocida, estos criterios dejan trazas profundas en la afectividad de cada investigador, le otorgan una escala de valores rígida. Un científico completamente institucionalizado, es en muchos casos un individuo competitivo, burocrático, en fin aburrido. En las épocas en que me siento agobiado por los criterios institucionales, me angustio, me deprimo, pierdo la energía vital que me llevo a elegir este trabajo, convierto mi pasión alegre y divertida en una pasión triste.

Me parece importante desnaturalizar estas cuestiones, no tomarlas como la única forma de hacer ciencia. Creo que el desafío está en encontrar espacios de autonomía en instituciones aparentemente herméticas. Volver a la pasión inicial y diseminarla, propagandizarla, sacarla afuera. Desandar el camino que nos llevo de la pasión por conocer a la búsqueda del reconocimiento individual, para crear lazos de colaboración, de circulación del conocimiento, para indagar en espacios de creación colectiva. De esta forma quizás el conocimiento será un poco menos pensado como capital individual y un poco más como patrimonio colectivo. Quizás entonces la ciencia tenga algo para decir por afuera de su propio entorno, pero sobretodo los científicos podrán interactuar con el resto de la sociedad para encontrar en conjunto respuestas creativas a sus problemas comunes.

*Agradezco a Omar Fojon y Ana Sagües porque gracias al aporte de sus ideas se hizo más ‘colectivo’ este articulo.

Publicado en el Número de Marzo/Abril 2011 de Micropolíticas

4 comentarios:

  1. Uno de los mayores problemas de todo esto, es que gran parte de los jóvenes que se acercan a estudiar carreras científicas, no tienen idea del funcionamiento interno e institucional de la ciencia. Desconocen el tema del prestigio, de los papers, de los intentos por crear nuevos experimentos que llamen la atención para recibir financiación, y demás.

    Sería interesante que en las carreras de grado haya algún tipo de materia "social" que incluya desde epistemología, hasta historia de la ciencia y prácticas de lo que es la ciencia a nivel burocrático e institucional, y que analice y plantee este tipo de problemáticas.

    Finalmente, también sería interesante que haya muchos más científicos haciendo divulgación y explicando ciencia fuera de las esferas de la investigación. Hoy en día se realizan interesantísimos descubrimientos y experimentos, y las personas que viven en frente de la universidad no tienen idea qué es un átomo.

    Peor aun, vemos en televisión todos los días (en Plan A por ejemplo) a personas haciendo "curación cuántica vibracional", vendiendo pulseras con hologramas, poniendo imanes en cualquier lugar y prometiendo la vida eterna, y jamás se ve la opinión de ningún científico de verdad sobre estas cosas.

    Por un lado es cierto que una carrera científica se lleva casi todas las horas del día de una persona, pero gran parte de los problemas de la sociedad, desde fraudes pseudocientíficos, hasta poca inversión en investigación y desarrollo se deben a que nadie sabe qué es la ciencia y qué hace un científico. Y en gran parte, los responsables son ellos mismos.

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  2. Muchas gracias Ezequiel por tu comentario. Estoy de acuerdo con lo que decís.
    Respecto a la primer parte quizás podrían incluirse discusiones historico-filosóficas en las propias materias para tomar en cuenta el aspecto humano de la creación científica. El hecho de que las teorías científicas no vienen 'cerraditas' de la cabeza de un genio y que no eran evidentes, ni naturales en la época que surgieron.
    Yo noto una gran desmotivacion en los estudiantes y me gustaría discutir porque ocurre. Creo que la actividad científica es apasionante y esa pasión la que nos llevo a estudiar ciencias no debería olvidarse. Prestigioso para mi es alguien que me hace pensar, que despierta mi interés y mis ganas, que me enseña un enfoque distinto y me vuela la cabeza. No el que tiene el cargo mas alto y me puede conseguir algo.

    Respecto a la divulgación que deberían hacer los científicos es muy interesante lo que decís. Es una actividad para la que en general no estamos capacitados y es necesario un esfuerzo que muchos no están interesados en hacer. Nuestra formación es sumamente técnica y detallista, lo que es imprescindible para hacer investigación. Pero a los no científicos le aburren esos detalles, no le interesan las ecuaciones sino las ideas generales y también el aspecto humano de las ciencias. Deberíamos poder transmitir la pasión de la que te hablaba anteriormente. Contar las ideas en forma simple y no hacer de la ciencia algo hermético y solo reservado a algunos 'genios'. Hacer eso, o intentarlo es una forma de hacer política científica.

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  3. Seguramente lo que aquí comente te suene conocido, es que uno, con los años, no aprende mucho sino que potencia su viejos defectos. Y uno de ellos - tal vez no el mayor, pero sí el más visible - es intentar encontrar respuestas generales para fenómenos particulares.
    Creo que la institucionalización de la investigación científica es parte del proceso de mercantilización de todos los aspectos de la vida. El conocimiento es una mercancía valiosa, y su posesión "empodera". Y si bien los métodos de producción de conocimiento difieren de aquellos destinados a la reproducción de las condiciones materiales de nuestra existencia en última instancia comparten una característica básica: los seres humanos se asocian, cooperan, para producir, cereales o papers.
    Allí entra en juego la tensión principal que recorre al corpus social, la producción es grupal, pero la apropiación del producto es individual.
    El individuo que investiga se enmarca en determinadas relaciones de producción, que no son muy distintas a la de cualquier relación entre capital y trabajo. Naturalmente que esto no alcanza a explicar todas las particularidades, que requerirían de conceptos más alambicados, como patronazgo, paternalismo, mecenazgo, reciprocidad, etc.
    Un investigador, al final de cuentas, debe comer todos los días, como cualquier vecino, y para ello deberá producir, dentro de un sistema, para percibir un salario, y preocuparse de sostener en el tiempo su fuente de ingresos, o acrecentarla de ser posible. El proceso, con las debidas distancias, no deja de ser similar al de la alienación que cualquier trabajador siente al verse extrañado del resultado de su producción, y asumir que la valoración que se haga de su capacidad no será el único - y a veces ni siquiera el principal - de los méritos que pretenda el sistema en el que está inmerso que detente. Muchas veces la habilidad para presentar el resultado de una trabajo adquiere más relevancia que las bondades del mismo.
    Y como ya es tarde, resumo asi: me parece muy valiosa la propuesta de apertura, de imaginar nuevas formas de producción de conocimiento, que puedan ser alternativas, o - porque con los años aprendemos a valorar también los pequeños cambios - nada más ¡Ni nada menos! que complementarias.
    Un abrazo

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  4. Gracias Raul (o Udi) por tu comentario que me dejo pensando en cosas que no había tenido en cuenta. Creo que tu comparación entre la producción cientifica y la de cualquier producto industrial tiene algunos aspectos globales similares como vos decís.

    Pero hay particularidades que también comentas y son esenciales tratar de desnaturalizar para entender las marcas que dejan sobre la subjetividad o la ideologia del cientifico y que influyen sobre su producción individual y sobre las de la comunidad a la que pertenece.
    La diferencia entre producir tornillos y papers es que los clientes potenciales de los papers son los propios cientificos (esto lo analizo en detalle Pierre Bourdieu). Aunque como vos decis al cientifico le caben las generales de la ley : tener que comer y entonces aceptar las reglas de juego que lo enajenan, existe otro capital simbólico y a veces también económico que es lo que se pone en juego en las relaciones de producción de ciencia. Este es el capital de prestigio que genera tener muchos papers, muchos estudiantes, subsidios, colaboraciones internacionales etc.
    Me parece que en la búsqueda de espacios que como vos marcas pueden ser alternativos o paralelos o complementarios(me puso contento esta parte de tu comentario) es necesario explicitar estos mecanismos que dividen a científicos prestigiosos de aquellos 'marginales'.
    Para no hacerla muy larga, para mi prestigioso es aquel que me enseña una forma distinta de ver un problema, que me deja pensando que me ´vuela´la cabeza digamos y me moviliza. No aquel que tiene un cargo alto y me puede conseguir algo. Este ultimo es necesario para 'comer' digamos, pero yo aspiro a algo más que eso en la producción de conocimiento.

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